Pedro y Javier

Javier no se encuentra bien últimamente. Durante las últimas vacaciones ha moderado mucho su dieta pero aún así no ha conseguido recuperarse. Nada serio, una molestia difusa, malestar general, “me duele el estomago”...



Hoy ha vuelto al trabajo; el cansancio, que parecía discreto durante los relajantes días en la playa, se ha convertido en una molestia de primer orden. A mitad de mañana incluso le ha parecido percibir que debía tener algo de fiebre. Ha comido de forma moderada y no ha sentido ninguna molestia. “Parece que me voy recuperando, esto es el síndrome postvacacional...”.

Sin embargo a mitad de tarde la molestia ha vuelto a aparecer, esta vez transformada en dolor bastante intenso en toda la zona abdominal. Después de unos incómodos minutos una urgencia rectal le ha llevado hasta el cuarto de baño donde ha confirmado su diagnóstico: diarrea. El dolor se ha mantenido durante un tiempo pero, afortunadamente, sus tareas cotidianas han conseguido finalmente distraer su atención.


Esta noche cenará un yogur natural azucarado y se irá pronto a la cama.

A media noche Javier se despierta azuzado por las náuseas; corre hasta el cuarto de baño donde vomita. Se siente realmente mal pero no cree estar lo suficientemente grave como para acudir al hospital de urgencia. Llamará a Pedro, su amiguete médico, cuando se despierte:


-Pedro: ve al médico.
-Javier: bueno, después de trabajar
-Pedro: bien
-Javier: ¿no me puedo tomar algo mientras tanto?
-Pedro: pasa por la farmacia; para los vómitos metoclopramida antes de comer, para el dolor ibuprofeno, también con cada comida... y... deja el cocido para mañana.
No se lo que habrás echo estas vacaciones, pero te has pasado, que ya no somos los mismos Javier...


Entrada en el hospital




Los Cuentos de Rokitansky